Un buen amigo y una madre desesperada.



Tuve la oportunidad de tener una amena conversación con un señor lleno de experiencias y recuerdos. Aunque los temas de situación país no son nada 'amenos', las anécdotas de su juventud y del país que en algún momento fue Venezuela estuvieron llenas de esperanzas y nostalgia.

El tema principal: el país. El país que está en estado de emergencia, el país que no aguanta más, el país sin medicinas, con hambre y con hampa. El país que era el mejor del mundo y hoy en día apenas es 'país'.

Me relató algo que recientemente le había pasado a una amiga; ella llevaba tiempo sin asistir a la clase -de ejercicios- que él imparte, él la contacta con la intención de saber porque ha estado ausente. Ella lo evade, pero él insiste y al final, como cualquier persona buscando un desahogo, ella confiesa.

     Voy a la playa --le dice-- 
     ¿A la playa? --le responde-- asombrado, ¿a la playa? ¿un día de semana? --pensó--
     Sí, es que mis hijos (3) no han comido, y no les puedo ver la cara --responde--
     Él, lleno de múltiples emociones de inmediato le pregunta. ¿A qué playa vas?
     Voy a estar por Puerto Viejo. --le dice-- 
     Y Él termina la conversación con un simple ok.

Sin decirle ni a su esposa, ni a su hijo -con quienes vive- toma de su cocina un kilo de pasta y una harina de maíz que tenía, tal vez no de más, pero sabía que tendrían un buen uso.

Al rato, le vuelve a escribir a su amiga: ¿estás en la playa? Sal.

Acompañado de un: "Toma, anda a hacerle comida a tus hijos" le da la pasta y la harina de maíz. Segundos después, una madre llorando desde su alma derrotada.

Eran lágrimas de injusticia, de un ¿cómo es posible? Lágrimas de impotencia y dolor. Lágrimas de un modelo de gobierno que fracasó antes de empezar, lágrimas de una madre que no podía mirar a sus hijos porque no tenía comida para darles.

¿Lo peor? Ella trabaja. Gana sueldo mínimo + Cestatickets.
¿La realidad? ¡No alcanza! Para nada, porque la inflación multiplicada por mil que se vive es infinita. Porque la escasez es cada vez más profunda. Y porque cada día que pasa, muere más gente y no solo por falta de comida.

Millones de personas están en la misma situación que ella estuvo o tal vez está, y ¿quién quita que en una peor situación? Ella tuvó la dicha de un amigo que actuó de buena fe, pero ¿quién no lo tiene?, ¿quién no puede ayudar otra persona, así lo desee?.

Mientras me contaba está historia, sus ojos se aguaron. No era para menos, no sorprendían sus sentimientos, nada nuevo, era lo normal. La tristeza y el dolor, eran normal. Y que mal que sean 'normales' ¿verdad?.

¿Él? un portugués; llegó a Venezuela con 14 años. Contó que trabajando de mesero pudo pagar la inicial de su primer carro y terminar de adquirirlo en su totalidad. Contaba que los fines de semana la gente asistía a la playa para comer. Que su hijo mayor amaba McDonal's --cosa que trajo como consecuencia que en un abrir y cerrar de ojos tuviera una bolsa negra llena de juguetes que sin falta la Cajita Feliz te regalaba--. Cabe destacar que luego su hermanito acabo con dicha bolsa. (¡Oops!). Que antes tenía un equipo de fútbol, y luego de terminar de jugar les invitaba a todos los niños que estaban con él, una empanada y un jugo. Porque sí, eso antes se podía. También me dejo saber que el sueldo antes era de 15 bolívares y que una pasta costaba 0,50 y un arroz 1,25. Un sueldo real, con precio reales, una economía real que funcionaba.

Y ya en su adultez con una familia formada, los fines de semana eran para salir a disfrutar, pasear, despejar la mente. Comer un helado, ver el último estreno en la cartelera de cine o comprar cierta camisa. Hoy y desde hace ya un tiempo, los fines de semana se volvieron 'unos días más'. No tienen diferencia de la semana --excepto no trabajar, y aún así eso no aplica a todos-- estás obligado a quedarte en casa, contra tu voluntad, preso. Claro que hay una parte del país que aún sale, que aún puede tener una vida 'normal' --bien merecida-- pero hasta para él que sale es difícil. Salir significa ver hambre en las calles, los excesivos aumentos de los precios en cualquier producto, observar un Centro Comercial apagado por sus tiendas cerradas, con menos gente, con menos vida.

Las pocas cosas que él me contó que pudo hacer en su juventud, yo no las podré hacer, ni quien venga después de mí e incluso ni quién es mayor que yo.

¿Reflexión? Creo que no hay. Creo que esta en el texto de arriba, creo que hay que leer entre líneas y tratar como siempre, de sacar lo mejor.

Comentarios

Entradas populares