Navidad con la familia Bell.


Este no es solo otro cuento de navidad, aunque si tiene el típico árbol de navidad, y la típica cena en familia, y los infaltables regalos --porque sin ellos nada tendría sentido--, también tiene la música navideña de todos los años... ¡Vaya! Parece que sí es solo otro cuento de navidad, pero aunque eso es lo que parece, tienes que llegar al final de el para saber porque es diferente. El porque las navidades con la Familia Bell son distintas. 

Veintidós de diciembre de dos mil diecisiete a tan solo dos días para la navidad a punto de ser las diez de la noche, Patrick se encontraba en la sala sentado en su sillón favorito, junto a la chimenea que le quedaba poco fuego, pensando en su fortuna de ser padre de tres bellas princesitas, y de su no fortuna al ser el único apoyo económico en su casa, todo a través de su trabajo de constructor que no pagaba mucho, y que justo en la época de navidad se creaba para él una presión especial. Los regalos, la ropa, la comida especifica de esa festividad, todo corría por su cuenta y es que tenía que ser así, porque con tres niñas de tan distintas edades, Sophia de cinco años, Clara de diez, y Lisa de catorce, el tiempo de su madre Elizabeth se veía consumido en ellas, en educarlas como buenas señoritas inculcándole los valores correctos, enseñándoles de la mejor forma posible y guiándolas por el camino mas adecuado. 

Patrick llevaba en su sillón alrededor de una hora pensando y sacando cuentas en la mente, la realidad era que, los números no estaban a su favor, la matemática es exacta y eso era sin duda, un calvario para él. Lo peor de todo era que a tan solo dos días para la navidad, en su pequeño pueblo 'Meanswoll' no había nevado, a tan solo dos días para la navidad, solo sería 'navidad' sin el 'blanca' antes. Y esa eran unas de las cosas que a él más triste lo ponían. Porque una blanca navidad te aliviana las preocupaciones y dispersa los malos momentos. Una blanca navidad era lo que el más quería para sus hijas, y con ese deseo en su corazón con tal vez poca potencia para que fuera tomado en cuenta entre todos los deseos diarios de las millones de personas que habitan el mundo, Patrick se fue a la cama, agotado y con muy pocas esperanzas del por venir, con la vaga promesa de que mañana sería otro día, pero también sería un día menos para navidad. 

La mañana del sábado veintitrés de diciembre, Patrick abrió los ojos gracias a sus despertadores personales, sí, Sophia brincaba en la cama, Clara le tapaba la nariz por pequeños momentos para que se despertara y Lisa veía televisión ahí porque ellos tenían el cable con paquetes de canales especiales, en uno de esos canales Lisa veía una serie. Para nada molesto, Patrick se levanta, saluda a todas sus princesas --como él las llama-- con un beso y un abrazo, y se dirige al baño, se cepilla, se lava la cara y baja a la cocina atraído por el olor a café recién hecho por su esposa. La saluda con un beso, ella le da su taza de café que era fácil de reconocer porque lleva escrito 'El mejor Papá', fue un regalo de cumpleaños de las niñas.

Elizabeth le comenta que se siente un poco triste porque falta un día para navidad y no ha caído ni un copo de nieve, y que hay que resolver los regalos de las niñas. Él se siente igual que ella. La entiende. Por eso deciden sentarse en la mesa del comedor, y empezar a sacar cuentas para ver las posibilidades que tienen para realizar las compras navideñas de última hora.

           Por la ropa no te preocupes --dice ella-- yo les hice a las niñas algunos vestidos, y también les tejí gorros y guantes, pero no sé que tan necesarios sean sin nieve.

                 ¿Segura? --pregunta Practick--
                 Sí, tranquilo.
            Pero por lo que si me tengo que preocupar es por sus regalos --aclara Patrick--, un árbol de navidad sin regalos debajo de el es para mí un árbol sin significado.
                 Bueno, ¿cuánto dinero tenemos disponible? -Pregunta Elizabeth--
                 Alrededor de cien jins --responde--

Elizabeth se sintió un poco aliviada al oír aquella cantidad, pero solo un poco.
El Jins era la moneda oficial de Meanswoll, y cien jins podían costear los regalos, la economía era estable, por lo tanto su moneda era dura.
Pero Elizabeth tendría que buscar las mejores ofertas, cosas buenas a un buen precio, nada extravagante, ni comprado en Centro Comerciales. Y eso es lo que haría Elizabeth ese día, ir en busca de los regalos prometidos, nada parecido a 'Turbo Man', pero si con la misma ilusión y responsabilidad de conseguir lo que sus hijas habían pedido para navidad.

Terminó de limpiar la cocina, subió, se baño con agua fría porque el calentador estaba dañado, se puso lo primero que encontró en su no muy ordenado closet, se colocó una pintura de labios color nude, tomó su bolso, se despidió de sus hijas y se fue al pueblo. Su casa queda a media hora del pueblo, y se puede ir cómodamente caminando, el camino es en su mayoría grandes hectáreas de vino, debido a que el vino en Meanswoll era la bebida por excelencia. El pueblo había sido el campeón en la competencia de vinos por dos años seguido y esperaban que este fuera el tercero.

Al llegar al pueblo Elizabeth nota que está considerablemente lleno de personas, amigos y vecinos comprando que beber, que comer, y que regalar. La mayoría claro, mujeres. Madres, hijas, hermanas, abuelas, todas con sus listas en mano para no olvidar lo que necesitan, esperando encontrarlo todo con tan poco tiempo. Por una rato Elizabeth pudo conversar con varias amigas, intercambiar planes de cenas y algunos tips de decoración navideña, el punto medio en el que todas se encontraban eran el su asombro combinado con tristeza de que aún no había nevado. Sus amigas también querían para sus hijos una blanca navidad.

Luego de estar dos horas caminando por el pueblo, y de no haber conseguido aún algo que la enamorará para ninguna de sus hijas, pudo observar una pequeña tienda justo al cruzar la calle, tenía grandes ventanales sostenidos por un marco de madera con detalles tallados a mano. La puerta era de madera de roble, ella lo sabía porque es la puerta que ha querido colocar en su casa desde hace ya un año. Tuvo un presentimiento y sin pensarlo dos veces, cruzó y entró en la tienda.

A medida que entraba pudo percibir un olor a pino fresco que invadió su olfato de inmediato, la tienda estaba decorada perfectamente de navidad, existía un equilibrio entre las decoraciones y las luces, todo creaba una gran armonía que solo daban ganas de quedarse ahí por siempre.
Pero quedarse por siempre no era una opción, tenía que encontrar los regalos y pronto, en una hora anochecería y tenía que llegar a casa para hacer la cena.
Recorrió rápidamente la tienda, lo más rápido que se podía por la cantidad de personas que también estaban ahí, cuando estaba a punto de irse en una esquina logró ver lo que parecía el regalo perfecto para sus tres hijas, poco a poco se acercó emocionada, lo tomó, lo observo por un momento y lo compró. El total era de noventa jins, aún le quedaban diez jins de los cien que tenía estipulado para gastar.

Ya eran la siete, la noche estaba fría y Elizabeth cansada como para caminar hasta su casa por muy cerca que fuera, se dirigió hasta la parada de autobuses a esperar la ruta que pasa cerca de donde vive. Diez minutos después, llegó, lo abordó, pago, y escogió un asiento con ventana, su favorito.

Media hora después se encontraba bajando del autobús que la dejaba justo al frente de su casa, al abrir la puerta principal inmediatamente pudo sentir a sus hijas que la abrazaban y gritaban: "Mama volvió". Pensando para sí misma: "Así habrá sido el día con su papá".

Después de llegar, estar un tiempo con sus hijas y comer la cena hecha por Patrick, él le preguntó con voz baja como le había ido en el pueblo.

                   Muy bien --dijo Elizabeth-- al principio fue difícil y habían bastantes personas, fue al final luego de casi caminar todo el pueblo que encontré una linda tienda, entré y luego de un rato conseguí el regalo perfecto para las niñas. No es lo que querían pero creo que las hará feliz, espero que sí, si no se me rompería el corazón.
                   
                     Yo también espero que les encanté --comentó Patrick-- ¿te alcanzó el dinero?
                     ¡Sí! justo sobraron diez jins --respondió Elizabeth--
                    Oh, menos mal. Bueno ya es tarde, mañana es navidad, deberíamos ir a descansar, será un día largo --dijo Patrick--

Elizabeth asintió, subieron, él se fue la cama, ella a acostar a las niñas.

Las niñas compartían habitación, era bastante grande pero Elizabeth sabía que no podían compartir habitación para siempre, son mujeres y necesitan su espacio, pero no era momento para pensar en eso, ya verán como lo solucionan en el futuro.

Sophia y Clara estaban jugando con su casa de muñecas, mientras que Lisa estaba hipnotizada con la televisión. Les dio las buenas noches y un beso en la frente, cuando estaba a punto de cerrar la puerta Sophia le dice:
   
                       Mami, mañana es navidad ¿verdad?
                       Sí, hijita --responde Elizabeth--
                       Pero no ha nevado aún, ¿por qué? --pregunta Sophia--
                   Princesa, --dice Elizabeth-- no sé porque no ha nevado, y te prometo que le he pedido al mismo cielo que eso pase para que tú y tus hermanas tengan una blanca navidad como todos los años, pero yo no pierdo la fe, tal vez, mañana suceda. Tú tampoco la pierdas.

Clara y Lisa fueron directo a abrazar a su hermanita menor para tratar de consolarla y darle todas las esperanzas de que mañana nevaría.

Ese mañana constante, ese mañana que promete un nuevo día. Ese mañana que es navidad.

La mañana del domingo veinticuatro de diciembre la mañana de navidad al fin había llegado, unos de los días festivos para celebrar un mes que trae consigo sentimientos, memorias y unión.
Las niñas despertaron yendo directamente a la ventana con una gran emoción solo para ver si ya había empezado a nevar, para su sorpresa, no fue así. Todo seguía normal, hacía frío pero no había nieve por ningún lado. Se pusieron un poco tristes y pensaron que si su mamá le había pedido al mismo cielo para que hoy nevara porque no había sucedido.

¡Princesas! Oyeron a lo largo, era su papá llamándolas para que bajarán a desayunar lo que es su comida favorita, una torre gigante de pancakes decoradas con fresas y cambures que le daban forma de cara feliz, acompañadas de sirop de mapple.

Todos se sentaron a comer, rieron, hablaron y compartieron. Después de eso tuvieron un tiempo para descansar, limpiar, vestirse y preparar lo que sería la cena en familia, las niñas estaban emocionadas porque vendrían sus tíos, primos y abuelos. Todos los primos tenían una tradición de presentar siempre un musical para la familia entera, con escenografía, vestuario y música, el de este año sería 'El Cascanueces'.

Con los regalos debajo del árbol, la casa muy bien decorada gracias a los tips de las amigas de Elizabeth y su buen gusto, la mesa servida y la comida lista en la cocina para servir, solo quedaba empezar a recibir a los invitados que muy puntuales tocaron a la puerta principal a las siete de la noche del día de navidad. Abrazos, besos y risas fueron los protagonistas durante una hora en la casa de los Bell, contando experiencias navideñas y anécdotas de todo el año, cuando iban a ser las ocho y quince minutos, Elizabeth llamó a todos a la mesa, quedaron sorprendidos por aquel banquete que Elizabeth había preparado, existían muchas opciones para la cena, pollo al horno, mejillones de carne, pavo, jamón, pan, ensalada de papas, ensalada de lechuga, arroz con vegetales, para el postre galletas navideñas, cupcakes decorados con la cara de San Nicolás, y torta de chocolate. Sin duda sería una gran cena, todos estaban muy agradecidos con Elizabeth, sus padres orgullosos de la mujer que hoy es, sus hijas felices porque su mamá era la mejor cocinera del mundo, y su esposo feliz por lo afortunado que era de compartir su vida con ella.

Comenzaron a cenar, la comida iba y venía por toda la mesa, un poco de todo para no perderse de nada, estuvieron disfrutando del banquete y conversando por al menos dos horas. Entre todos ayudaron a limpiar, y a preparar todo para la obra que los niños montarían. Preparados en la sala de la casa junto al árbol de navidad y la chimenea, la obra comenzó.

Cambio de vestuarios, algunas luces improvisadas, música de fondo, ballet, y coreografías fueron algunas de las cosas que le dieron vida a esta maravillosa obra, al igual que la gran actuación de Clara, Sophia y Lisa, y de sus otros primos. Al final los aplausos de sus padres, tíos y abuelos contentos y orgullosos de ellos fueron el mejor regalo para ellos, después de meses de practicar, conseguir las cosas que usarían en la obra y aprenderse los diálogos, todo salió perfecto.

Se preparaban para lo más querían los niños, abrir los regalos de debajo del árbol. Lo que la familia Bell normalmente hacía era escoger al niño que fuera más pequeño para que abriera el primer regalo, era una forma de dar el mensaje que no hay que olvidarse del niño interior que está dentro de cada uno de nosotros, y que el ser el más pequeño no era una desventaja. Afortunada entonces Sophia porque ella sería la primera.

Sophia se acerca al árbol junto con sus hermanas que le señalan el regalo que tiene su nombre, pero al mirarlo bien Clara y Lisa notaron que también tenía el de ellas, se suponía que ese era el regalo de Sophia, se suponía que era un regalo para cada una. Un poco extrañadas miran a sus padres que con un gesto le dicen que lo abran, poco a poco rompen el papel de regalo que tiene luces de navidad, al abrirlo quedan sorprendidas por unos segundos que parecieron eternos porque Patrick y Elizabeth deseaban con todo su corazón que les gustará su regalo. Parece que desear con el corazón y desde la pureza funciona, Sophia, Clara y Lisa saltaron de la emoción, era el regalo perfecto a pesar de no haber sido lo que pidieron. Un ideal tres en uno de objetos coleccionables de la saga de películas 'Harry Potter' de la cual las niñas eran completamente fanáticas, estos objetos eran específicamente de la película 'Harry Potter y las Reliquias de la Muerte' eran las reliquias y las niñas no lo podían creer.

La varita de Saúco, la piedra de la Resurrección y la Capa de Invisibilidad estaban en su poder, Sophia escogió la piedra, Clara la capa y Lisa la varita, ahora podían jugar con ellas hasta el cansancio, sabiendo que una sin la otra no tenía sentido y que el significado consistía en el valor que le dieran, así de importante era la relación de hermanos.
Patrick y Elizabeth no podían estar más felices de que el tiempo y dinero valió totalmente la pena, la felicidad y sonrisa de sus hijas les llenaban el alma.
Así siguieron abriendo los regalos sus primos, habían regalos por parte de sus abuelos y tíos, habían regalos hasta para sus padres.

Aquella noche de navidad transcurrió en familia, entre comida, risas, abrazos, buenos momentos, regalos y música navideña. Y a pesar de que nunca cayó nieve esa navidad, no fue necesaria porque no hubo ninguna tristeza que dispersar, estaban en familia, saludables y rodeados de amor, eso era más que suficiente para pasar una blanca y feliz navidad.

¡Feliz Navidad les desean la Familia Bell ♥

Recuerden siempre que la belleza, y porque no, la felicidad están en lo simple. 

@oliangelescobar








Comentarios

Entradas populares