Yoga como electiva.



Yoga es una materia electiva en la Universidad Católica Santa Rosa, como bien lo dice la palabra, eliges si verla o no, y para mí nunca fue una opción elegible. ¿Yoga? ¡Jamás! Me parece incomodo, no me gusta para nada, nunca haré yoga. Pues, nunca digas nunca, porque una materia que terminé inscribiendo para salir del paso se convirtió en algo más. 

Como un niño chiquito que no quiere ir a clases y hace berrinches, así fui yo en mis tres primeras clases de Yoga. Eso después de que me cuestionara muchas veces el momento que inscribí el horario y decidí inscribir esa materia. En gran parte porque una amiga la vería conmigo, y así sería menos difícil aguantar el sufrimiento. 

Sufrimiento en todo el sentido de la palabra, es que yo siempre digo que el primer día es así, entre medio patético y medio descubrir. Las poses de yoga eran igual o más difícil de lo que ya había pensado, y la incomodidad según la imaginé en mi mente era exactamente igual. 

Comenzábamos estirando, porque eso es importante hasta en esta actividad. Brazos, piernas, articulaciones, cuello y cabeza, esenciales para poder iniciar la clase, todos para fortalecer ciertas zonas y tener más estabilidad y resistencia. Luego entrabamos en materia como quien dice, siguiendo las claras indicaciones que la profesora daba, porque aunque el yoga tiene múltiples beneficios, un mal movimiento te puede lesionar. A medida que realizábamos las posturas la profesora corregía para que la misma estuviera bien hecha y cumpliera la función.

En cada pose había que estar al menos 30 segundos para que significara algo para el cuerpo, para mí, esos 30 segundos eran eternos, y me daban ganas de cursar mil veces Teoría Económica antes de estar haciendo poses. 

Pero, yoga se convirtió en algo. A medida que avanzaba me gustaba, le agarré cariño a poses como: la de la montaña, uttanasana, savansana o postural del cadáver que era una relajación total, la vela, la silla, el guerrero, el saludo al sol, el perro, la cobra, el loto y muchas otras más. Poco a poco vi progreso en algunas posiciones, y vi el resultado de la misma, una mejor postura, mejor distribución de mi peso entre mis pies, mejor respiración y mayor flexibilidad. Y es que yoga es básicamente eso, ayudarnos a nosotros y a nuestro cuerpo con nuestro cuerpo y nuestra mente. 

Pues resulta que llegué al punto de querer practicar yoga fuera de la universidad, y de querer tener un mat. Quería aprender más sobre el tema. ¿Qué locura, no? 

Por eso creo que a todo en la vida hay que darle una oportunidad, de no haber sido porque era una materia disponible en mi universidad, y que mi amiga me incitó a inscribirla, no le hubiera dado una oportunidad al yoga. Oportunidad que hoy me alegra habérsela dado. 

El yoga no hubiera sido tan apacible, por así decirlo, si no hubiera tenido una profesora o instructora que explicaba muy bien y estaba llena de paciencia, creo que eso en parte fue gracias al mismo yoga, eso de respirar y relajarte. 

Asi que, sin duda, hay que intentar, ya sea yoga, pilates, boxeo, nunca sabemos que sorpresa nos puede dar la vida, se pueden terminar enamorado, como yo, de yoga. 







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